jueves, 15 de marzo de 2012

Outworld

. Las notas del piano se enredaban en el aire, jugando unas con otras mientras flotaban hasta llegar a mis oídos. Realmente disfruto tocando esa canción, nadie puede quitarme la sonrisa que se me dibuja cuando empiezo con una, dos, tres notas; pulsando las teclas, sintiéndolas vibrar bajo mis dedos, enredando a la vez mis pensamientos con esa pequeña banda sonora personal de fondo, aquella pequeña banda sonora que había compuesto solo para Ella. Sin embargo, algo llamó mi atención desde la ventana, un resplandor blanquecino, una luz pálida. La vi por el rabillo del ojo. Al mirarla directamente, los dedos se me congelaron. La luna, gigante, etaba alzándose de entre los arboles como la reina suprema de la noche que es, presidiéndolo todo con su etérea presencia. No pude evitar sonreir ligeramente, acordándome de aquel momento en el que Dánae no creyó que la luna saliese por mi ventana. Derrepente, me sentí fría, como trasladada a un páramo helado donde no hay nada más que nieve, niebla y cuevas; donde un colgante puede dar vida a las más curiosas criaturas; donde el cuarzo es el tesoro más preciado, y aún así nadie lo codicia. A un lugar donde los delfines fluyen con el agua, y la gente se funde con el aire...


Sin pensármelo dos veces y sin saber
por qué, me puse de nuevo a leer


Aer...

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