jueves, 29 de marzo de 2012

Awake

Me desperté sin hacer ruido. Simplemente, abrí los ojos. Me costó ubicarme al principio, no se puede decir que conociese de mucho aquella casa. En un sillón, había un bulto, alguien durmiendo, acurrucado y, en el sofá, tendido al fondo, Jota. Entre él y yo, estaba Dánae. Estaba sentada, encogida sobre sí misma encima de mi brazo izquierdo, que tenía automáticamente rodeando su cintura. Su mano derecha estaba cerrada en un puño medio suelto, como si estuviese agarrando algo intangible, o puede que directamente inexistente, con el brazo doblado a la altura de su clavícula. Estaba girada hacia la derecha y su cabeza descansaba sobre mi pecho. Su mano izquierda me rodeaba por delante, alzándose hasta mi cuello y agarrando uno de los colgantes que llevaba, y dejándola así posada sobre mí de cualquier manera. Sonreí mirando cómo el pelo largo le tapaba la cara parcialmente y le aparté un mechón, colocándoselo detrás de la oreja. Ella, aún dormida, suspiró y se recolocó en el sofá, acercándose a mí y poniéndose de forma que, prácticamente, estaba encima de mí. Cuando se quedó de nuevo quieta, agarró entre sus dedos mi collar con más fuerza. Sonreí. Sabía que me había quedado dormida la primera, y también que nadie me iba a mover de donde estaba, pero Dánae era otra cosa. Ella estaba despierta cuando yo me dormí, en cierto modo, esperaba despertarme sola. Sonreí sin poderlo evitar y la bese en la frente.
Jamás habría pensado en que lo primero que vería al despertar sería su cara, o en que lo primero que sentiría sería su aliento sobre mi cuello, y mucho menos que sería su mano la que me rodease a mí. Observé a Jota, que se acababa de despertar, con su mirada perdida en ninguna parte. De nuevo, volví a mirar a Dánae. Era preciosa incluso cuando dormía. Cualquier cosa que hiciese, cualquiera... Simplemente estaba bien. Era como una niña pequeña que se queda dormida en los brazos de sus padres. Por un segundo, la vi pequeña, vulnerable, frágil... Alcé la barbilla para mirar por encima de su cabeza a Jota, que seguía en su mundo, y me quedé así, sin más, acariciando su pierna con la mano que tenía libre.
Unos minutos después, que podrían haber sido fácilmente eternos, abrió los ojos. Mi mirada se encontró con la suya, y me sonrió con esa sonrisa suya. Le acaricié la cara con los dedos y le di un beso despacio en los labios.
-Buenos días...


... Princesa

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