jueves, 22 de marzo de 2012

Fear

No suelo tener miedo. A veces me asusto, como todos, pero dejo que un susto se convierta en miedo, no dejo que se convierta en ese sentimiento del que todos huímos. Todos tememos al miedo, supongo. Tememos que haya algo que nos asuste de forma constante, que nos paralice, que no nos deje comer ni dormir, o que nos impida pensar. Ni siquiera suelo tenerle miedo al temor que se puede apoderar de nosotros.
Sin embargo, la otra noche tuve miedo. Tuve tanto miedo que no supe qué decir ni qué hacer. No podía respirar, no podía pensar. Solo podía tener miedo. No por mí, no por las consecuencias que mis sentimientos podrían acarrear y que acarrearían sin ninguna duda; no por cómo terminaría la noche. Ni siquiera sé de qué tenía miedo exactamente, pero me paralizaba. No podía hacer otra cosa que mirar al techo de la habitación, o enterrar la cabeza entre las mantas, tratando de que la palidez que el espejo mostraba en mi cara desapareciese, esperando el momento de dormir, sin que llegase. Por la mañana esa sensación de miedo me acompañó, como una sombra, como si temiese incluso a mi reflejo en el cristal salpicado por la lluvia. Cociné, vi una película con mi madre... Y el temor seguía ahí, abrazándome silenciosamente, ahogándome poco a poco.
Mi móvil sonó y supe al instante de quién se trataba. Lo cogí sin necesidad de leer el nombre en la pantalla. Fue escuchar su débil "hola" y todo el miedo desapareció. Sonreí al instante y respiré hondo, dejando que mi mente se despejase durante un pequeño segundo por completo. No sé cuánto hablé con ella, probablemente más de una hora, puede que incluso dos... Solo sé que fue cuanto necesité para volver a ser yo, para echar a patadas al miedo, para hincharme de coraje y puede que incluso de valor.


Porque no necesito más que su voz, más que su risa, para que el resto simplemente carezca de importancia...

No hay comentarios: