sábado, 29 de diciembre de 2012

Como a tres centímetros de ti



    No podía parar de sonreír, estaba expectante, rebosante de alegría. La sensación de que en cualquier momento iba a poder estar con ella llegaba a mí en oleadas, como si mi mente se obligase a creer que era así. Ni si quiera sé por qué tenía esa sensación, sabía de sobra que estar con ella en ese momento sería prácticamente imposible, que no iba a aparecer allí en medio sin más, que no me besaría; y aún menos estando a tantos cientos de kilómetros de distancia...

    Era un sentimiento estúpido, una sensación ficticia que amparaba realidad de más, una realidad que, a pesar de cuántas fuesen mis ganas, no se cumpliría. Pero, sin embargo, esa sensación seguía estando ahí, trayéndome recuerdos, alimentando mi deseo, aumentando con cada segundo mis ganas de tenerla frente a mí. Por un segundo, me encontré a mí misma en aquella habitación, con ella a mi lado, con su mano agarrando la mía en un lazo demasiado perfecto. Por un segundo, sentí que mi corazón latía al ritmo del suyo, como si realmente se hubiesen acompasado, como si sólo existiese eso...

    Como a tres centímetros de ti...

Te echo tanto de menos...

lunes, 24 de diciembre de 2012

352


Salí del coche, y la gélida niebla de diciembre caló hasta el último de mis huesos. Entré al edificio, sintiendo cómo el calor iba rodeándome poco a poco, y cómo los olores característicos de aquel lugar inundaba mis sentidos. Esa luz blanca, ese silencio, esos susurros entre cafés de máquina, esa tranquilidad tan artificial...
346, 347, 349, 350, 351...
Ahí estaba.
Pasé por la puerta a la monocromática habitación. Estaba tendido en la camilla, de espaldas a la puerta, mientras mi abuela limpiaba la sangre que los tubos le habían hecho en la nariz. Según iba entrando a la habitación, fui observándole poco a poco. Estaba en posición fetal sobre su lado izquierdo, con el delgado brazo de ese mismo lado rodeándose a sí mismo, con la mano a la altura de la clavícula. Tenía los dedos deformados, doblados en ángulos antinaturales, como si el simple hecho de tener dedos fuese doloroso. La mano derecha no estaba mejor, doblada inconscientemente en forma de gancho y semicerrada. Me fijé en sus brazos. Eran delgados, delgadísimos, y ocupaban escasos milímetros más que el propio hueso, salpicados de manchas de color morado, rosa y azul. Su piel, finísima, hacía pliegues similares a las sábanas de verano. La cara era la única parte de su cuerpo que parecía no haber cambiado mucho, salvo por la mirada hundida y cansada que tenía.
Por un segundo, un recuerdo me vino a la mente, un momento de hace puede que demasiados años. Él me solía preguntar, cuando era pequeña "¿Qué equipo es mejor, chica, el Barça o el Madrid?"
-El Barça
El sonreía y apretaba sus labios rodeados de esa barba de varios días, antes de decir:
-Tú sí que eres la mejor.
No pude evitar que los ojos se me llenasen de lágrimas. Había sido completamente ajena a la conversación que se estaba teniendo en la habitación, totalmente absorta en él, que se iba quedando dormido poco a poco en aquella postura. La hora de irme llegó antes de lo que pensaba.
-Mañana venimos a verte, ¿vale? - Me acerqué a la camilla y le di en beso, despacio. - Tú sí que eres el mejor, abuelo...
Él abrió los ojos mucho, me buscó con la mirada y sonrió desde detrás de la mascarilla al encontrarme frente a él, sujetando su mano...

A veces desearía tener una caja donde los recuerdos se conservasen intactos...


domingo, 9 de diciembre de 2012

365 días



    Como las gotas que caen por la ventana, como el viento silba por una rendija demasiado pequeña como para ser vista. Así, sin más. Gota tras gota, soplido tras soplido...
    Y cuando te quieres dar cuenta, ahí están. 365 días. Ha pasado un año desde aquel día... Aquel día en el que quedó todo claro, pero nada dicho... Aquel día que había significado un antes y un después, sin que ninguna lo supiésemos. Es curioso imaginar que el tiempo pase así, sin más, devorando cada segundo, absorbiendo cada instante.
    Lo cierto es que me gusta el efecto que el tiempo ha tenido en nosotras. Siempre me ha pasado lo mismo, siempre me he cansado, siempre he huido cuando distinguía algo parecido a sentimientos en mi interior... Siempre la misma historia, huyendo por miedo, por pura cobardía; por no ser capaz de ver que no todas las personas son iguales, y que igual que te dan palos, te los compran. Y yo, que fui la primera que prefirió no arriesgarse de nuevo; yo, que fui la primera que pensó que sola se estaba mejor; yo, esa puta sin sentimientos que no podía sentir nada por nada ni nadie, y que sólo existía para hacer daño... Me encuentro a mí misma sin saber qué haría sin ella... Me encuentro como en un sueño del que ojalá jamás me sacasen...
    Porque he encontrado a mi compañera, a mi niña, a mi amor... Porque nadie puede rebatir eso, nadie puede hacer que cambie... Y porque, no, no me pertenece... Pero sí me pertenece lo que ella siente por mí. Y eso es más que cualquier absurda posesión celosa de "te quiero sólo para mí".
    Y sin embargo, con nuestros mases y nuestros menos, desearía que jamás se acabase esto... Porque dejarte escapar sería el error más grande de mi vida... Como soltar a Mewtwo al nivel 100 por error. Jaja, sí. Algo así.

    Que pienso en ti, y no puedo evitar que todos los recuerdos vengan a mi mente...

    Que pienso en ti, y no puedo evitar recordar aquella frase que un día leí...



"No hay nada romántico, y no es amor a primera vista. Más bien tiene que ver... con el movimiento de la gravedad... Cuando tú la ves... Ya no es la tierra quien te sostiene... sino ella."



Como si no necesitase más para vivir...
... Te quiero

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Hangover


Músculos que se tensan, sonrisas que deberían salir en algún momento, pero que se reprimen en un intento desesperado de demostrar que ya no te afecta nada de cuanto haga. Es lo que toca cuando algo se acaba. Es lo que queda cuando algo termina. El orgullo. Miserable y amargo orgullo que satiriza tus ganas de ser feliz, de tragarte las palabras que un día dijiste sin pensar y decir "Me importas".
A veces hace falta decirlo. A veces se tiene esa necesidad. A veces todo cuanto deseas es volver atrás, reparar mil errores y no dejar que las cosas acaben mal... Supongo que es parte de esa melancolía momentánea que nos invade a todos.
Sinceramente, no sé qué hago escribiendo esto. No sé qué hago incumpliendo aquella promesa que hice un buen día.
Digamos...  que me he dado cuenta de que te necesito a mi lado. Me he dado cuenta de que ya hace años que nos dimos cuenta de que lo nuestro no podía ser... y de que no quiero que eso implique alejarme de ti.
Me he dado cuenta de que, al fin y al cabo, nunca has dejado de ser ese primo al que quería como a un hermano...
Y así te sientes, de repente, como si la mente funcionase al doble de revoluciones soportadas por el cuerpo. Como cuando no puedes pensar en nada más. Como cuando todo es demasiado...

 Como en una resaca.