domingo, 24 de agosto de 2014

Tu recuerdo es mi carretera



Cuando la línea blanca
que dejas atrás
sólo recuerda la que te queda
por andar.

Como agarrar el volante
con fuerza,
sin querer,
sin poder,
regresar.

A las curvas de tu cuerpo,
al palpitar de tu pecho.
A las cuatro paredes
en las que encerraría
mis ganas de tenerte;

de recorrer tu piel a versos
de llenar el papel
de tus besos.
-De todos ellos-.

Que te acaricié
como acariciaría la carretera.
Que te arañé
como soltaría tu amor;
lento,
fuerte,
intenso,
profundo,
como tu recuerdo.


Palabras que jamás vieron la luz de la Luna



Recuerdo el día
que me dijiste que me
querías.
-Ahora ya no lo haces con tanta fuerza-.

Recuerdo tu boca
pegada a la mía.

Recuerdo que no cabían
las estrellas en el cielo,
ni el sol se atrevía
a hacerte sombra.

Como siempre,
eras demasiado para este mundo,
que miraba con celos
cómo te hacía
mía.

Te recuerdo sentada
sobre mis piernas.
Tus ojos mirando
cómo mis labios
te gritaban palabras
que jamás vieron la luz
de la Luna.

Y nos hicimos una.

Y lamí tus gemidos,
como siempre.

Y sentí tus latidos,
como nunca.

Hazlo


Porque ponerle fin a todo
sería lo menos complicado.

Que me faltan huevos para enfrentarme
a la vida.
Que me sobran demonios
que me la quitan.

Si un gato negro se cruzase
en mi camino,
más que por mi suerte,
temería por su destino.

Pobre gato inconsciente,
pobre Luna sin noche.

Pobre el llanto del niño,
pobre la cuchilla que corte.

Pobre el estúpido que crea
que la poesía puede salvarle
-salvarme-.

Porque al fin
-y al cabo-
ponerle fin a todo esto, sería
lo menos complicado.

Porque sigo sintiendo esa voz
que me susurra "Hazlo".

Pero quizás me faltan huevos para
enfrentarme a la vida
-a la cuchilla-.

Pero quizás sólo necesito a alguien
que me lama las heridas
-tus heridas-.

Hola, querida Tristeza.



Para cuando te noto,
es demasiado
tarde.
Te adentras en mi pecho,
me aprisionas.

Y te reconozco.
Joder si te reconozco.
Al jodido instante.

Tus susurros en mi cuello,
tu ausencia aplastante.
Te diría que me dejases,
vieja enemiga,
conocida compañera.
Pero esta noche, tú
serás la que llore mis penas.

Hola, vieja amiga.

Hola, querida Tristeza.

Haz que la tinta fluya



Entras por la ventana
como la brisa de viento
que se cuela
fina,
invisible,
cálida
desde tus labios
hasta mis huesos.
Me miras, familiar.

Me conoces.
Nos conocemos.

Haz que la tinta fluya,
mi querida Musa.
Hazme de nuevo tuya.

Había salido a tomar un café.



Voy a retomar esto en serio, como solía hacerlo.
Tendrá unas reformillas, y esas cosas. Pero prefiero hacerlo así que no abrir uno nuevo.
A nadie le importa. Pero bueno, yo lo digo.