martes, 6 de diciembre de 2011

Dos palabras

    Es increíble la facilidad con la que tan solo dos palabras pueden cambiarlo todo, mientras que hay veces en las que ni un discurso podría marcar una diferencia mínima entre el antes y el después de ser pronunciado... Supongo que la clave se esconde en el valor y en la cobardía. Un discurso puede ser valorado de diversas maneras -infinitas, me atrevería a decir- , por la calidad literaria, por la expresión o incluso por el tema del que trate; y podrá ser leído por cualquiera sin que esto le suponga un gran debate interno.
    Esas dos palabras... Ah, esas dos ya son otro tema. Son las más valoradas, y no por su calidad literaria, ni por la expresión, ni tampoco por la claridad, no. Son las más valoradas por su significado. Porque nunca antes dos palabras habían tenido un contenido tan complejo, porque nunca antes dos palabras había sido dotadas de tal importancia; porque nunca antes se había encontrado una manera de ser más vulnerable...
    Porque el que las pronuncia nunca antes había pensado en ella, y sin embargo le acabaron arrastrando; porque la cobardía de la gente a expresar su interior y a abrirse a los demás ha hecho que la sinceridad en esas dos palabras sea más importantes que tus creencias, que tus ideales, o incluso que tu propia vida. Son tan valoradas, que hoy día se regalan. Ahora ves esas dos palabras por doquier, sin que probablemente reflejen lo que deberían.

    Tal vez por eso, cuando esas dos palabras no se dicen con palabras, se oye en ellas el verdadero significado.


[Dame una sonrisa, regálame tu mirada, muéstrame tus caricias... Enséñame todo aquello que, al verme, dice "te quiero"]

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