domingo, 1 de julio de 2012

Febrero



     -Hay una vieja leyenda que suena en el viento, que fluye con el agua y se mezcla con la tierra. Una leyenda de esas que se cuentan de abuelos a nietos alrededor de una hoguera, como se hacía antes, para no olvidarse de las raíces que nos forman.
    >En esta historia, vuelve a ser el lobo el protagonista. ¿Os acordáis del Lobo? No del animal en sí. Hablo de Wa-hya, El Lobo, el espíritu del bosque. Ése que dejó parte de su esencia con nosotros, dando vida a esas criaturas a las que tememos sin deber y oímos sin escuchar. ¿Sabéis por qué aúllan los lobos?
     -Para comunicarse
     El niño había alzado su voz, orgulloso. El anciano le miró, medio sonriente, con la vista fija en los ojos del pequeño al otro lado de la hoguera, viendo a través del fuego.
     -No, joven Akecheta. El lobo no aúlla para comunicarse. Al menos no con sus iguales.
     -¿Con quién se comunica?
     El anciano volvió a sonreír en dirección al más pequeño del círculo, que apenas contaba cinco primaveras.
     -Como todos sabemos, la única prioridad de los lobeznos es su madre. Cuando estos sienten la llamada del Lobo, cuando dejan atrás a su madre y emprenden su camino, comienzan a apreciarlo todo. Dicen que un lobo no es un lobo hasta que no pasa la noche solo, porque es entonces cuando contempla de verdad la luz de la noche.
     -¿La Luna?
     La voz de Akecheta interrumpió el silencio del bosque. El anciano afirmó con la cabeza
     -La Luna. Se dice que desde que la luz de la Luna se refleja en las pupilas del animal por vez primera, éste queda a su merced. Le roba el alma, le quita el sueño, le arranca la voz. Se enamora. Y desde esa noche primera de su vida, el lobo aúlla, insiste, le implora que baje; siendo únicamente dueño de la luz que le baña. Cuenta la leyenda que aúlla durante toda su vida, y que, en sus últimos días, aúlla más que nunca, incluso cuando el Sol le impide ver su pálida luz. Sin embargo, en su última noche, el lobo se calla.
     -¿Dejó de amarla, abuelo?
     -No, no dejó de amarla, que no pudo alcanzarla...

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