sábado, 8 de septiembre de 2012

Cinco segundos para autodestrucción



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    Ahora mismo, las ideas se acumulan en mi mente sin un orden muy lógico. Sin orden, a secas. No podría plasmar nada de lo que pienso. Es una sensación de agobio superior a la importancia de respirar. Supongo que a veces eso pasa, como si toda nuestra vulnerabilidad se juntase en un momento, en el recuerdo de una historia ajena a ti.
    No soy de tener miedo. No suelo tener este tipo de miedo... ni siquiera sé si es miedo lo que tengo. ¿Inseguridad?
    Puede. No lo tengo muy claro.
    Lo único que tengo claro, es que mis engranajes cerebrales van al 600 por ciento de su límite de actividad. Quién sabe, hay quien dice que no se puede escapar de los fantasmas del pasado... De los recuerdos, de todo lo vivido. De lo que otros vivieron. Miedo de tu pasado, y del de los demás... Miedo a que vuelva... Miedo. Llámese como se le llame... Sigue siendo miedo. A todo, en realidad... A que el mismo "te quiero" que un día dedicase a otra persona, luego me lo dedicase a mí; a no ser suficientemente atenta, suficientemente alta, suficientemente buena, suficientemente lista, suficientemente cariñosa, suficientemente guapa... A no ser.... suficiente; a no llegar a despertar el mismo tipo de sentimientos que antes despertaron en ella, hasta llegar a plantearse si sería errónea la elección que, un día cualquiera, tomó...

    Un día... entre cuatro paredes de plástico.
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