sábado, 11 de junio de 2011

Presentando a Val

1 de abril



Esperanza, esperanza, solo sabe bailar chachachá.
Esperanza, esperanza, solo sabe bailar chachachá.

    La radio del taxi que he cogido en el aeropuerto de Barcelona estaba a pleno volumen. Hasta he tenido que gritarle varias veces al taxista para que atendiera a la direccion. Ni se le ha ocurrido bajar el volumen. El coche está lleno de objetos religiosos con la foto de nosequé santo colgada del retrovistor interior. Incluso el perrito articulado de los setenta qe hay en la parte de atrás, saludando a los coches que nos siguen, tiene una cruz colgada al cuello.
    -De la france es usted? Ya me di cuenta enseguido, señorita. ¿Qué? ¿de vacaciones por aquí?
    No es su culpa, pobre hombre, pero no tengo ninguna intención de darle conversación, así que e contesto sólo con un gesto afirmativo de la cabeza. No parece entender y sigue hablando.
    -Yo hablo un petit peu le francés. Y también speankin inglis
    -Speaking english-le corrijo.
    -¿Cómo? Pues eso, speankin inglis -repite, orgulloso-. De joven me fui a Inglaerra a trabajar de cocinero, ¿sabe usted?, y allí aprendí un poco el idioma. Pero han pasado muchos años y no me acuerdo de gran cosa. Lo que sí sigo haciendo es cocinar para mi mujer, ¿sabe usted?, no es fácil hacer una fideuá como Dios manda.
    Después de contarme todo acerca de los gustos culinarios de su mujer, de la profesión de sus hijos, de los buenos chicos que son, ¿sabe usted?, y lo bien que han aceptado a sus nueras del pueblo, me he despedido del taxista y le he dejado una buena propina.
    Esta tarde, a lo mejor, me encuentro todavía allí al director del banco, Cristián, tengo ganas de verle y de empezar lo que no quise hacer durante la cena del otro día. Al llamarle por teléfono, salta el buzón de voz y, ni corta ni perezosa, le dejo un un mensaje,
    -Llámeme al 644 44 44 42, a cualquier hora.
¿A cualquier hora? Va a pensar que me pasa algo, o bien que estoy como una puta cabra... Es igual, así sabré si le intereso de verdad.
    La una de la mañana, nada. Las dos, todavía anda. Las tres, no puedo más, me voy a dormir. Las cuatro y media, aún estoy dando vueltas en la cama sin pegar ojo. Las cinco menos cuarto, voy al baño.  Las cinco, ¡por Dios!, no hay manera de dormir. Las cinco y cuarto, me tomo unas natillas de chocolate, ¿repetimos...? Nada de nada. Esta noche no puedo dormir, así que me levanto con mala cara y unas ganas de sexo que ni mi mano va a poder apaciguar hoy.



Diario de una ninfómana

No hay comentarios: