miércoles, 5 de diciembre de 2012

Hangover


Músculos que se tensan, sonrisas que deberían salir en algún momento, pero que se reprimen en un intento desesperado de demostrar que ya no te afecta nada de cuanto haga. Es lo que toca cuando algo se acaba. Es lo que queda cuando algo termina. El orgullo. Miserable y amargo orgullo que satiriza tus ganas de ser feliz, de tragarte las palabras que un día dijiste sin pensar y decir "Me importas".
A veces hace falta decirlo. A veces se tiene esa necesidad. A veces todo cuanto deseas es volver atrás, reparar mil errores y no dejar que las cosas acaben mal... Supongo que es parte de esa melancolía momentánea que nos invade a todos.
Sinceramente, no sé qué hago escribiendo esto. No sé qué hago incumpliendo aquella promesa que hice un buen día.
Digamos...  que me he dado cuenta de que te necesito a mi lado. Me he dado cuenta de que ya hace años que nos dimos cuenta de que lo nuestro no podía ser... y de que no quiero que eso implique alejarme de ti.
Me he dado cuenta de que, al fin y al cabo, nunca has dejado de ser ese primo al que quería como a un hermano...
Y así te sientes, de repente, como si la mente funcionase al doble de revoluciones soportadas por el cuerpo. Como cuando no puedes pensar en nada más. Como cuando todo es demasiado...

 Como en una resaca.

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