lunes, 9 de diciembre de 2013

Muse.



    Es curioso cómo la gente pasa por nuestras vidas. Al día, nos cruzamos con miles de caras, caras anónimas, caras conocidas, caras que querríamos conocer. Y todos nos preguntamos quiénes se irán antes, o quiénes durarán más... Incluso quiénes estarán ahí para siempre. Para siempre son dos palabras que pesan mucho. Demasiado, si no se dicen con cuidado.
    Sinceramente, ella ha sido, desde que sé de su existencia, una fuente inacabable de palabras aporreadas en un teclado, una fuente de tinta que gastó cientos de papeles, decenas de bolígrafos.
    Ahora, mirar atrás se me hace tan extraño... Nunca me había parado a mirar el camino que habíamos recorrido juntas desde aquel primer día, nunca me había parado a observar cómo las cosas habían cambiado... Y nunca había visto tan pocas diferencias del hoy al ayer.
    Viendo esas fotos, recordando esas palabras, esas miradas, esos momentos... Me di cuenta de que ella es lo más grande que me ha pasado nunca. Mi amiga, mi hermana, mi compañera, mi musa.

Musa...

    Así empezó todo... Yo era incapaz de parar de escribir... de escribirle. Era tanto lo que sentía, que la única manera de expresarlo era escribiéndolo. Y ella estaba ahí; en cada párrafo, en cada coma, en cada acento. Estaba en cada espacio y en cada pensamiento...
    Y dos años después, me sigue haciendo la persona más feliz del mundo. Y dos años después, vuelvo a aporrear las palabras no dichas; vuelvo a hacer correr ríos de tinta. Porque dos años después, la mantengo a mi lado...
    Y eso es mucho más de lo que jamás pensé que la vida podría haberme dado






A ella, a mi China.

No hay comentarios: