Sin embargo, había algo que le hacía sentir que era mucho más que fliz, algo que le hacía sentir... especial, único. Por eso, cada noche se acercaba a aquella roca desde la que se contemplaba todo árbol, por eso se sentaba allí al atardecer, esperando a que Ella saliese. Y, cada vez que la veía, le daba un regalo. Cada día más bonito que el anterior, aunque Ella no los quisiese, aunque Ella se limitase a vivir su vida, a seguir la rutina de cada noche.
-Te quiero
Le decía una y otra vez -Te deseo
Le repetía -Quiero que seas mía
Le rogabaElla lo observaba mientras le decía todo aquello noche tras nohe. Nunca le contestó, pero él sabía que le estaba escuchando, él leía la duda en sus ojos, veía más allá de su simple figura, veíalo que nadie imaginaba; veía su cara oculta... y la quería
Por eso nunca se rindió. Por eso, cada noche se acercaba a aquella roca desde la que se contemplaba todo árbol; por eso se sentaba allí al atardecer, esperando a que Ella saliese para así sorprenderla con uno de sus regalos... Con uno de sus aullidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario