En ocasiones, se dejaba llevar. En ocasiones, se olvidaba de todo lo que la rodeaba. Se olvidaba del lugar y del tiempo; se olvidaba incluso de su nombre. A veces, todo lo que existía para Lune era el mundo que se creaba solo para las dos. Donde las palabras como “adiós”, “arrepentimiento” o simplemente “no”, quedaban ahogadas bajo mil y un besos; donde “nada” significaba “todo”, pero sin embargo no había cosa que significase nada.
En ocasiones, sentía que no necesitaba nada más. En ocasiones, dejaba que todo huyese de su mente. Huían las penas, los comederos de cabeza; huían las preocupaciones, y huía el dolor. Y se iba. Se iba, para volver. Y volvía. Siempre volvía
En ocasiones, Lune se dejaba llevar. En ocasiones, se olvidaba de todo lo que la rodeaba. Se olvidaba del lugar, y también del tiempo… Se olvidaba incluso de su nombre
Pero lo único que siempre estaba ahí, lo único que nunca, jamás, se le ocurriria olvidar, era ella. Ella y su sonrisa. Ella y su mirada. Ella y ella.
Porque desde aquél día… Ella ha sido todo su mundo
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