Olía extrañamente bien. Un olor susurrante, embriagador e insinuante, que parecía llamar a las personas, incitarlas a disfrutar ese perfume perfecto, ese trocito de vida que parecía tener cada partícula del aire que era tocada por su esencia. Narices y Narizas siguieron ese olor a nuevo amanecer, a hierba recién cortada e incluso a luna llena. Se toparon con la esencia del mundo, con la colonia más difícil de apreciar...
Se encontraron con el mar...
... Y las olas susurraron el nombre de aquéllos que pudieron oler, no la sal de su exterior, sino la vida en su interior
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