martes, 8 de enero de 2013

#2.38



    Mezcla de situaciones que uno desearía evitar, que querría por todos los medios no tener que vivir. Y llega un momento en que todo se junta, todo se te echa encima, como cuando anochece demasiado rápido y, para cuando te das cuenta, ya no hay sol, ya no hay luz, simplemente... la oscuridad. Y lo único que tienes para alumbarte son unos minúsculos puntos blancos que parecen brillar con luz propia en medio de esa oscuridad abrumadora. Puntos que en sí mismos, ni siquiera nuestra vista podría abarcar su tamaño total dada su inmensidad... Puntos que sabemos de sobra que no son en absoluto pequeños, porque sino, no podrían hacer llegar su luz a millones de miles de kilómetros y kilómetro. Y aunque la mayor de las luces se alce orgullosa y llena en el cielo, y dé algo más de luz... Ésta, junto a esas pequeñas estrellas, no dejan de ser focos lejanos, muy lejanos. Ínfimos focos de felicidad que sabes que están ahí, que te ayudan a salir del paso aunque no puedan ofrecerte toda la luz que querrían -o que podrían- sólo por el simple hecho de estar lejos.
    Realmente, he sentido esos pequeños focos más lejos de lo normal, más fríos, o puede que incluso menos luminosos. ¿Quién sabe? Ni siquiera la Luna parecía brillar con la misma intensidad de siempre...
    Como si ya no le gustase que la contemplase cada noche...
    Tal vez no debería decir esto después del día de hoy... Pero eso no quita que esa sensación siga ahí...

    -¡Alice, despierta!

    Y abrió los ojos, buscando la procedencia de aquella voz...

    -¿Eh...?

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